Entre los procedimientos que ofrecen resultados seguros a pacientes que han luchado durante mucho tiempo contra la obesidad sin ver recompensados sus esfuerzos, quizás el menos invasivo sea la banda gástrica.
Para afirmarlo hay tres razones: la primera es que al tratarse de un procedimiento que se lleva a cabo mediante cirugía laparoscópica (este tipo de cirugía introduce a través de una incisión un catéter con una pequeña cámara, lo que permite observar mejor la zona afectada y hacer más preciso todo corte o movimiento) la intervención es más breve, se derrama una menor cantidad de sangre y el paciente experimenta una recuperación mucho más rápida.
Nuestro segundo argumento es que se trata de un método que puede ajustarse fácilmente a las necesidades del paciente sin comprometer sus órganos. Esto es así porque el procedimiento consiste en la colocación de una especie de cinturón o “banda” ajustable que comprime la zona alta del estómago a fin de regular la capacidad de almacenamiento de los alimentos y reducir el apetito de manera radical. Esta banda se llena de solución salina y a criterio del especialista puede apretarse o soltarse, tal como se haría con un cinturón, para incrementar o disminuir la capacidad de contención de la bolsa estomacal.
El último motivo para considerarla una alternativa para quienes temen los efectos de otros tratamientos es que nos encontramos ante la única intervención bariátrica cien por ciento reversible mediante otra cirugía, dado que no altera el estado original del estómago.
No obstante, lo que pudiera resultar engorroso al optar por este método es que, en algunos casos, cuando han transcurrido años desde la colocación de la banda, puede ocurrir que ésta se desajuste y sea necesario recurrir a una nueva intervención para reemplazarla. Así mismo, un porcentaje mínimo de los pacientes puede tener complicaciones como la esofagitis o el reflujo.
De todas formas, se le reconoce como un método efectivo en lo que para muchos, es la dura tarea de perder un excedente de peso que no solo afecta la percepción de la propia imagen corporal, sino que vuelve a quien lo padece proclive a desarrollar comorbilidades como la diabetes, la hipertensión arterial, problemas de movilidad y de sueño.
Es por ello que, al igual que el resto de los procedimientos bariátricos, antes que por su precio o por consideraciones estéticas, este debe ser evaluado a conciencia y con la orientación de un especialista para verificar que responda a las necesidades del candidato a la operación.
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