Las bacterias que causan enfermedades están en todas partes, pero principalmente en las zonas de la casa que almacenan materia o desechos orgánicos, tales como el baño y la cocina. También proliferan en las chapas de las puertas, los pasamanos y las ventanas, sitios en los que posamos las manos constantemente, o bien –paradójicamente– en los estropajos, toallas o esponjas que utilizamos para remover la suciedad del mobiliario y las superficies.
Es por eso por lo que contar con productos bactericidas o bacteriostáticos resulta indispensable si se quiere lograr un aseo de la casa en profundidad. La diferencia entre estos dos tipos de productos es que los primeros cumplen el propósito de acabar con las bacterias, acabando con las ya existentes y previniendo el surgimiento de nuevas cepas. Por su parte, las sustancias bacteriostáticas consiguen disminuir la reproducción bacteriana aunque permiten que dichos organismos continúen con vida.
Generalmente, este tipo de químicos se emplean en el desarrollo de medicamentos antibióticos, que, si bien buscan controlar el efecto de las bacterias sobre el organismo humano, no llegan a aniquilarlas con el propósito de que el cuerpo del paciente desarrolle mecanismos naturales de defensa contra estos agentes.
En los productos para el aseo doméstico o industrial, por el contrario, es más frecuente el uso de sustancias bactericidas que aseguran la extinción de los microorganismos patógenos. Sin embargo, para que resulten efectivos es necesario tener ciertas precauciones, por ejemplo, el tiempo de vida útil de los instrumentos de limpieza y la manera en que se emplean.
En este sentido, un aspecto al que es necesario prestar atención es que las jergas, esponjas, toallas u otros productos destinados a la aplicación de estos químicos deben reemplazarse con frecuencia y deben utilizarse en un área específica de la casa. Parecerá una obviedad, pero los utensilios con que se limpian el piso y los espejos del baño no deben limpiar, por ejemplo, los pisos y ventanas de la cocina. De no tomar esto en consideración, un intento de limpieza puede terminar en lo contrario: un cruce de contaminación de distintas procedencias.
Por otro lado, las esponjas y estropajos que se han utilizado para la aplicación de químicos fuertes deben desecharse en un periodo no mayor a un mes y ser reemplazados por otros aunque parezcan en buen estado.
Tomadas estas medidas, notarás que algo falta: la limpieza del hogar nunca estará completa sin llenar los ambientes de fragancias agradables que nos hagan sentir en casa. Por eso, conviene elegir un producto que, además de limpiar, aromatice tu espacio.
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